viernes, 3 de junio de 2011


Bendito el hombre que no ha maltratado a la mujer que lleva dentro: que no acalló su intuición, que no suprimió su ternura, que no renegó de su pecho vulnerablemente fuerte. Generación tras generación, otros hombres amordazaron en las mujeres del afuera la delicadeza que llevaban dentro: se mutilaron mutilando, se disminuyeron disminuyendo. Hoy, un hombre completo sabe que una mujer es su par: si necesita someterla, es que está sometiendo también una parte de su propia identidad.
La mujer de hoy emerge por las que pujaron antes para emerger, y por las que siguen pujando en denodado esfuerzo. En la antigua China, la opresión que vivían las mujeres les hizo desarrollar su propio lenguaje secreto: lo bordaban en los pañuelos, lo dibujaban en cerámicas y abanicos, lo murmuraban. Sólo ellas lo entendían: el Nu Shu. Descubierto en 1950, recién en 1982 pudo traducirse. La sabiduría que develó sorprende por su integridad, conservada por siglos y siglos, ignorada por los hombres…
Que no hablemos más idioma secretos: que hombres y mujeres tengamos un mismo idioma, -más allá de las singularidades-, pues la mujer lleva un hombre dentro de sí, y el hombre una mujer implícita. Seremos tan íntegros como igualitario sea nuestro modo de estar con el otro: bendito el hombre completo, bendita la mujer completa, pues ninguno de ellos necesita rebajar al otro para sentirse Ser. Aquí, un fragmento de "El Tao de las Mujeres”, basado en el Nu Shu, bajo la interpretación de Pamela Metz y Jacqueline Tobin (Gaia Ediciones):
"Del Tao emergen las historias
que conectan a todas las mujeres.
Los hilos han estado escondidos
durante miles de años.
Los caminos han estado desgastados por los
pies de aquellas que anduvieron antes.
Las historias fueron silenciadas.
Las vidas olvidadas.
Ahora el silencio se rompe;
un coro se eleva. Las mujeres hablan.
Emergencia."

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