jueves, 14 de febrero de 2013

Francia: Diez platos típicos que no puedes perderte




La gastronomía francesa goza de una reputación internacional bien ganada. Cientos de miles de viajeros se acercan a Francia con el sólo objetivo de disfrutar de su cocina y se han desarrollado diversos servicios específicos, como rutas gastronómicas, clases de cocina para turistas, catas de quesos o de vinos, participación en la vendimia, etc.
Si te apasiona descubrir paisajes y monumentos tanto como sabores, te recomiendo diez platos típicos de Francia que no puedes perderte.

Quiche Lorraine

Esta tarta de queso, beicon y jamón es originaria de la región de Alsacia donde se reconoce una gran influencia de la cocina alemana. Otro plato de la región a probar son el “choucroute” (col, patatas y beicon) y los dulces entre los que abundan las tartas de manzana, de ciruela y arándanos, la “brioche“ alsaciana y el “Kougelhopf“ (bizcocho alsaciano en forma de corona).

Crêpes y galettes

Estos platos son tradicionales en todo Francia, pero especialmente en Bretaña donde encontraremos versiones más típicas realizadas con harina de trigo sarraceno. Una excelente opción que podemos acompañar con una cotriade (sopa de pescado) para finalizar con el pastel llamado "far" que lleva uvas pasas y ciruelas.

Coq au vin

El pollo al vino es uno de esos platos de larguísima tradición en Francia y que podemos encontrar en cualquier rincón del país. Como en muchos otros casos, varias regiones se disputan su autoría, pero está generalmente aceptado que su origen se encuentra en la cocina de Auvernia, caracterizada por sus platos caseros y su charcutería.

Tarta Tatín

En el pueblo de Lamotte-Beuvron en el Valle del Loira las hermanas Caroline y Stéphaine Tatin crearon (dicen que por error) una de las tartas dulces francesas mas internacionales. Esta tarta de manzanas caramelizadas en mantequilla y azúcar tiene la peculiaridad de ser una “tarta al revés”, es decir, para su elaboración las manzanas se ponen debajo y la masa encima.

Cassoulet

Viajamos hacia la región de Midi-Pyrenèes para probar una de las recetas más tradicionales de Francia. Hablamos de un guiso cuyo ingrediente básico son las alubias blancas, que se cuecen con trozos de carne y embutidos que pueden variar según la receta particular que probemos: de cerdo, salchichas de Toulouse, tocino o pato confitado y hasta morcilla en algunas versiones.

Sopa de cebolla


Podrás probarla en cualquier rincón francés, aunque las sopas son por lo general “herencia” flamenca. Esta sopa tiene una historia que merece conocerse.
Para Alexandre Dumas, autor de “Los tres mosqueteros” era “una sopa muy querida de los cazadores, gente de mala vida y venerada por los borrachos”. Se nota su origen popular y humilde pero a pesar de ello, enamoró a Estanislao Leczinski, antiguo rey de Polonia y apasionado de la gastronomía, cuando la probó en una fonda francesa. Tanto le gustó que envió a sus cocineros a conseguir la receta que luego hizo un plato obligado en las comidas de su corte y con ello ganó fama en aquella Europa. Mas adelante, las noches de juerga parisinas terminaban casi obligatoriamente con un buen plato caliente de sopa de cebollas… como bien sabía Monsieur Dumas. Suele servirse con pequeños croutons y queso, en ocasiones dándole un golpe de gratinado.

Tielles à la sétoise

Si bien este plato fue traído del sur de Italia a mediados del siglo XVIII, se ha hecho propio de la localidad de Sète en la costa mediterránea de la región de Languedoc-Rosellón. Es un plato sencillo y popular que puedes encontrar en panaderías, pescaderías y bares en cualquier rincón de la costa francesa sobre el Mediterráneo. Básicamente se trata de una pequeña quiche de unos 10 a 15 cm de diámetro, cerrada y realizada en masa de pan por lo que es tierna y esponjosa al morder. Su relleno tradicional es de pulpo, calamares y salsa de tomate especiada.

Brioche Kouglof

La esponjosa textura de las brioches es uno de los sabores más típicamente franceses que podemos encontrar. En este caso la brioche kouglof es fácilmente reconocible, con su gran volumen, sus estrías y el azúcar glasé por encima. Esa masa de panificación, con una base de mantequilla y un toque de sal combina perfectamente con muchas comidas. En esta versión, la gran brioche Kouglof agrega uvas pasas y un poquito de ron. Es un plato tradicional de Alsacia y muy popular en Europa central, especialmente en Austria.

Boeuf bourguignon

El típico estofado de buey en su versión francesa, que incluye un rol protagónico a su vino rojo de Borgoña. El principal ingrediente es, sin embargo, la paciencia ya que se trata de una cocción muy lenta de la carne junto al ajo, cebollas, zanahorias, sal y un bouquet garni. El líquido concentrado resultante de la cocción se suele espesar ligeramente con un roux para darle la consistencia de una salsa. Se sirve con una guarnición de panceta, setas o champiñones, y cebollinos. También suele presentarse junto a una porción de pasta o arroz cocidos.

Bugnes y beignetes

Aquí tenemos dos platos mas que simples, pero que están presentes especialmente durante Carnaval. Los bugnes son pequeñas tiras de masa de forma romboidal y enlazadas, que se fríen y luego se espolvorean con azúcar. Una variedad francesa de los conocidos pestiños, que son típicos de la ciudad de Lyon. Las beignetes son bolitas fritas muy parecidas a los buñuelos, hechas con una simple masa de harina, huevos, levadura, ralladura de limón, aceite y mantequilla (y un poquito de cerveza).
 

Hasta aquí mis sugerencias. Podria agregar muchos mas porque la cocina francesa es muy diversa y exquisita en cualquier lugar de su geografía. ¿Qué puedes recomendarme?

miércoles, 13 de febrero de 2013

De cómo quise capturar para siempre el paisaje más bonito que han visto mis ojos......



Es difícil decidir dónde está el paisaje más bonito del mundo. No lo es tanto decidir cuál es el paisaje más bonito que has visto tú en tu vida. Y ligeramente más fácil es decidir qué paisaje, independientemente de que sea el mejor, causó en ti, por el motivo que fuera, mayor impresión de belleza.
Si debo decantarme por esto último, entonces lo tengo claro: el valle de Lauterbrunnen, en Suiza, es mi paisaje. Sé que hay otros, y sé que encontraré rincones mejores. Pero siempre recordaré la sensación que experimenté al descubrir el que era el sitio más bonito que había visto nunca. Y todo lo que hice para capturarlo de alguna forma: en mi cabeza, en mi memoria, en mi vida.

El valle de Lauterbrunnen está emplazado en la zona montañosa de la Región del Jungfrau, a diez kilómetros del centro de Interlaken. Tiene unos 15 Km de longitud, delimitado por las dos paredes verticales que parecen gigantes. El valle es tan profundo y las montañas tan altas y escarpadas que parecía que estuviéramos en el fondo de un cuenco geológico. Aquel valle con 72 cataratas (con razón se llama “Lauter Brunnen”: sólo fuentes), prados alpinos y románticas casitas de madera, es una de las reservas naturales más gigantescas de Suiza.

Y ahora viene lo que sentí al llegar al valle, a lomos de una bicicleta que había alquilado, cansado y sudoroso, un verano soleado, con la intención de pernoctar en uno de los dos campings que hay en el valle. Preparaos, porque voy a ponerme un poco poético.


 Al principio, al contemplar aquel inmenso paisaje, supernumerario de colores y detalles, sólo conseguí percibir grupos de imágenes destelleantes. Así que mis ojos, ávidos de ir siempre más allá, de alcanzar límites siderales, avizoraron el horizonte en primer término, sin más distracción: las cascadas y el cielo. Aislé estas dos imágenes de todo lo demás. 
Unas nubes que parecían nata turbia en perpetuo movimiento, haciendo y deshaciendo, originando siluetas vermiformes o mostrando las anfractuosidades, las circunvoluciones y los recovecos cingulados de un cerebro de titán. Sin embargo, ninguna de aquellas nubes cerebrales se interponía entre el sol y yo. De modo que me enfrenté directamente con su brillo fulgurante, dejándome deslumbrar por su cualidad de girándula de fuego, de ciclorama de rayos ígneos. 



 Mi corazón encabritado amenazaba con saltar de mi caja torácica para galopar por la alfombra de bosque verde que ascendía por el flanco de los cerros que se encontraban en un plano inmediatamente más cercano. Otro sector de imágenes del que me dispuse a disfrutar.

Reculé varias hectáreas de campo abierto, un escenario punteado por alguna alberca colmada de azul tenebroso: los dijes del sol espejaban de tal modo la superficie de aquellas aguas estancadas que éstas adquirían una textura feérica. Un coche rojo cruzó la carretera que arañaba la tierra, un arañazo del que había supurado asfalto gris moteado de pintura blanca. El coche rojo desapareció en un túnel que se introducía en las entrañas de la montaña más cercana y, justo un segundo antes, logré atrapar un jirón de sonido de su ronroneante motor y de sus ruedas rozando la carretera, gracias al efecto Doppler.

Reculé. La suave brisa mecía las hojas de la doble ringlera de árboles que bordeaban el mullido camino. Aves canoras brotaban y regresaban a ellos tras realizar algunas piruetas. Entre la fronda se filtraban destellos del sol al igual que luces estroboscópicas.

Reculé. Hierba verde ácido, henchida de clorofila, millones y millones de briznas verdes que me obligaban a parpadear, deslumbrado por los últimos brillos del rocío. Algunas matas, flores y piedras, burujos de hojarasca danzando la canción de la brisa. Conseguí atisbar un insecto que no supe identificar, pero su tonalidad anaranjada me fascinó, así como su aleteo cromático, que tenía algo de espejismo.

Reculé lo más que pude. Intenté escudriñar el aire que me rodeaba. La brisa hacía flotar en el aire diminutos organismos, polvo, la escama irisada de una mariposa, la pata de algún insecto, esporas y demás miniaturas suspendidas en el aire que conformaban el aeroseston.


Y después de dejarme invadir por aquella desbordante belleza natural, volví a subir a mi bicicleta y continué pedaleando por el sendero de tierra, cruzándome de vez en cuando con otros ciclistas o con simples paseantes.
 
Una actividad que resultaba especialmente sencilla en aquella región, sistemáticamente recorrida por toda clase de senderos perfectamente señalizados a fin de que alguien, con paciencia y buenas piernas, pudiera llegar a absolutamente cualquier destino sin emplear ninguna carretera para vehículos motorizados. 

A este respecto cabe distinguir dos clases de senderos. El sendero propiamente dicho o Wanderweg y el camino de montaña o Bergweg. Los senderos son apropiados para cualquier persona, pero los caminos de montaña pueden comprender pasos a una altitud elevada o superficies difíciles, de modo que están orientados a excursionistas con experiencia y provistos de un equipo adecuado.



 Sospeché que explorar todo aquel dédalo de caminos entrecruzados llenos de señales con nombres de sitios y sus correspondientes estimaciones de tiempo de llegada a pie me supondría semanas enteras. Vivir en Lauterbrunnen era como vivir en un parque de juegos. No era capaz de imaginar lo bien que se lo pasarían por aquí los niños, disfrazados por ejemplo de los integrantes de la Comunidad del Anillo. No en vano, uno de los senderos estaba protegido por la UNESCO: era el primer sendero temático del patrimonio mundial, idóneo para conocer cataratas de agua, granjas alpinas y hoteles de montaña. 
En alguno de los letreros leí Trümmelbachfälle, a un par de horas a pie desde el camping en el que me alojaba. Unas cataratas espectaculares que se contemplaban desde las entrañas de la montaña Scwarzer Mönch, escondidas detrás de abruptas paredes rocosas, casi verticales. Ese surtidor de agua natural genera 20.000 litros de agua por segundo desde una altura total de 200 metros. Sin duda era una de las gargantas glaciares más salvajes de Europa. Quizá la explorara otro día. 

También leí Staubbachfall, otra cascada monumental que se precipita desde 300 metros de altura: es una de las cataratas de mayor envergadura de Europa. 

Al contemplarla Goethe en 1779, inspirado por esa megalítica masa de agua, compuso el poema Canto de los espíritus sobre las aguas, a la que más tarde le puso música Franz Schubert:

"Desde las alturas brota, cae por la abrupta roca la límpida cascada, que se pulveriza en vaporosas gotitas sobre la superficie pétrea, la toca apenas y ondeante como un velo cae de nuevo con un rumor hacia lo hondo del abismo. Sus puntiagudos salientes obstaculizan su caída, espuema, escalonadamente, su caída hasta lo hondo."
De todas formas, para contemplar el valle de Lauterbrunnen, nada mejor que escuchar "Serenade", de Franz Schubert.......


 “My songs quietly implore you
through the night;
down to the silent wood
my love, come to me!
The tree tops whisper
in the light of the moon;
Don't be afraid, my love,
no-one will observe us.
Can you hear the nightingales?
Oh! They implore you,
their sweet lament
pleads with you on my behalf.
They understand the yearning I feel,
they know love's tor ture,
with their silvery notes
they touch every soft heart.
Let them touch yours, too,
sweet love: hear my plea!
Trembling I await you,
come, bring me bliss!”

sábado, 9 de febrero de 2013

A MI DIRECTORA....




Navega mi pensamiento,
en busca de tu mirada,
que hace tiempo que no aterriza,
en el puerto de mi alma.
De tus ojos vivo preso,
ojos que besan y hablan,
que sonrien cuando miran,
y acarician cuando callan.
¿Que misterio hay en tus ojos?
¿que se oculta en tu mirada?
que son como dos luceros,
que igual llegan que se marchan.
Que larga se hace tu ausencia,
cada dia, noche y alba,
sueño que estás de regreso,
y que ya núnca te marchas.
Al fín, al fondo del mar,
se divisa un gran navio,
el barco de mi esperanza,
el que te traerá conmigo.
Vuela alegre el corazón,
al puerto al que ha de llegar,
la directora mas guapa,
que núnca cruzara el mar.
¡¡AY!! que despacio que avanza,
pareciera que está anclado,
en las aguas de alta mar,
que no quiere regresarlo.
Al fín mediada la tarde,
llega hasta el muelle el navio,
con la directora brava,
que me roba los sentidos.
Sus ojos secretos, muy secretos,
su piel de miel y canela,
sabrán calmar los anhelos,
que mi alma padeciera.
Con una caricia un beso,
y su forma de mirar,
vamos hasta el paraiso,
luego vendrá lo demás..........
Cómo quisiera despertar tus ojos...cuando mueren en el frío de la noche, ofrecerte la dulzura de la rosa cuando nace y ser para ti...como la melodía de esas notas de piano que lanzan rumores al alma…Tengo un sueño enredado en los ojos y hoy quisiera pintarlo contigo…El sueño de un navío que surca sentimientos para desembocar en un amanecer, el nuestro….Toma mi mano, Rosanna, pinta conmigo.


GO FORTH

Cuando todo esté dicho y hecho, ¿habrás dicho y hecho bastante? ¿Te habrás dejado llevar durante todo el camino o habrás forzado el recio timón del destino? Cuando te vayas de este mundo, ¿lo habrás dejado mejor que cuando llegaste? Lo único que necesitas es lo que ya tienes: tu ingenio y ropa que te cubra. Tu epitafio está por escribir; tu herencia está por hacer. Lánzate...


jueves, 7 de febrero de 2013

Un 20 de noviembre, cuando te conocí,  cerré una etapa de mi vida y abrí otra.
Dios sabe que..... a partir de ese día..... todo mi amor está en ti..... para siempre.