domingo, 16 de diciembre de 2012

N O C T U R N O

Cuando la luna se posiciona en lo mas alto de la noche, iluminando el cielo en su inmensidad, empieza mi transformación. No, no soy un vampiro ni un hombre lobo, mi cualidad es mucho mas mortal aunque proviene de los mismos dioses. Las letras fluyen por mis venas, colapsan mi torrente sanguíneo, me hacen convulsionar, temblar, gritar hasta caer desmayado. De repente de la nada, despierto en un lugar frío, tenebroso, inhóspito, arrullado tan solo por la luz de la luna, esencia inmortal. Entonces el arte fluye, se apodera una vez mas de mi, y como la noche anterior y la que vendrá en 24 horas, solo existe papel, lapicero e inspiración.


En ese momento soy el dueño del mundo, marco su destino, lo siento en las profundidades de mi pecho y lo vivo antes de plasmarlo. Soy inmortal, director de una orquesta de mortales, personajes que creo en un poema y destruyo en el siguiente. En la altura del olimpo Zeus deja caer su rayo con furia sobre el mundo que he creado. Yo me dedico a plasmar todo sobre el papel, mi único acompañante en las largas noches en la tierra donde nada existe pero todo es real, donde las letras cobran vida y ruegan al firmamento por ser leídas.

La luna comienza a ocultarse, y aparecen los primeros rayos de sol rasgando el horizonte. En ese momento se que es el momento de irme. Quisiera quedarme allí, pero conozco las reglas; debo alejarme al iniciar el día, y volver solo cuando la luna marque el tiempo de mi regreso. Serán solo unas horas en la tierra de los mortales, pero una eternidad en mi isla inmortal.
Entonces la transformación comienza de nuevo: Las letras vuelven a invadirme sin dejar una sola vena libre. Viajan a la velocidad de la luz por todo mi cuerpo hasta llegar a mi pecho y desmayo. Abro los ojos y ya ha amanecido. Estoy en la tierra de los mortales. Pienso que todo ha sido un sueño, pero en ese momento observo a mi lado el lápiz y el papel, y con ellos todas las letras que he plasmado en la noche anterior. Así transcurre mi vida, de día en el mundo común, de noche en aquel paraíso inmortal que llaman poesía.

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